El calvario de esta madre y abuela conmueve, tanto como la fuerza con que trata de sacar de la droga a la penúltima de sus seis hijos, Karla. Hoy, la joven es una figura fantasmagórica y gris, “el color de piel de los pastabaseros”, que limpia parabrisas en las esquinas de Alto Hospicio. A cargo de tres nietos que la llaman “mamá”, Gretel, con 56 años y una máquina de coser para sacarlos adelante, comparte su testimonio.