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Un día en la vida de los cosechadores de uva, los verdaderos “reyes y reinas” de la Vendimia


Link [2022-02-20 06:32:59]



Isabel Vedia vive en Cordón del Plata, en Tupungato, y tiene 36 años, aunque las marcas de su piel curtida –fruto de pasar horas enteras al sol- le agregan a simple vista varios años más. Su exposición al sol no tiene que ver con un veraneo playero o con pasar tardes enteras en una pileta. Isabel trabaja cosechando uvas en uno de los dos predios de Fincas del Inca, un emprendimiento que produce uvas y comercializa a distintas bodegas mendocinas desde hace más de 20 años.

Tímida, corta de palabras y sin querer quitar la atención de los viñedos porque cada palabra que sale de su boca es un segundo menos de trabajo en las hileras y, por ende, puede afectar su balance al final del día, describe la satisfacción de tener trabajo. “Más o menos”, responde cuando se le pregunta si está de acuerdo con la elección de la Reina de la Vendimia. Sonríe y niega cuando se le pregunta si alguna vez fue a ver la Fiesta al teatro griego Frank Romero Day.

Tras marcar surcos entre las hileras de tanto recorrerlas, los viñateros descargan las uvas que luego serán vino. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes (Ignacio Blanco/)

A su modo, podría decirse que Isabel es una de las tantas reinas de la vendimia “reales”, esas que trabajan desde antes que salga el sol separando racimos y alistando “vines”, los imponentes cestos de 250 o de 500 kilos donde se preparan las uvas para que sean llevadas a las bodegas y, de allí, se elabore el vino.

Los cosechadores son unos de los eslabones fundamentales de la verdadera vendimia, esa que arranca a comienzos de enero y se extiende hasta entrado abril en las fincas y bodegas. Y que, por supuesto, termina con el asado de fin de cosecha. “El asado es uno de los momentos más lindos de la cosecha porque nos sentamos a disfrutar todos juntos de los resultados de toda una temporada de trabajo”, cuenta Juan Torres (70), quien se desempeña como uno de los responsables de la cosecha. Su función es la de acomodar en los “vines” las uvas que sus compañeros van llevando, así como también retirar las pocas hojas que no pudieron evitar llegar pegadas a los racimos.

“Todos los días me levanto a las 5 de la mañana. A las 5.40 me pasan a buscar y salimos para acá y a las 7 ya estamos trabajando. No hay un horario de salida, puede ser a las 14, a las 15 o a las 16. Pero todos los días empezamos a las 7, paramos tipo 12 para comer y después seguimos”, resume, a su turno, Daniel Achu Gutiérrez (28), quien lleva 10 años trabajando en la cosecha.

Los verdaderos protagonistas de la vendimia

El emprendimiento Fincas del Inca cuenta con dos predios. Uno de ellos se encuentra en Barrancas (Maipú), mientras que el otro está en Agrelo (Luján). A este último, desde el 17 de enero llegan todas las mañanas Isabel, Juan y Daniel, apenas tres de los más de 40 que, a diario, trabajan en la cosecha.

El emprendimiento no cuenta con bodega propia, por lo que en las 160 hectáreas que lo integran hay producción de uva syrah, malbec, pinot noir y cabernet, las cuales se comercializan con distintas bodegas locales.

Esta temporada, según confirma Daniel Orofini, uno de los ingenieros agrónomos a cargo de la finca, tienen como destino a cerca de 13 establecimientos que elaboran el vino.

Entre los trabajadores hay 10 que son fijos y parte del equipo de Fincas del Inca, mientras que el resto son temporarios, aunque trabajan en el lugar todo el año, en las distintas temporadas.

Juan Torres es el encargado de controlar y acomodar en los “vines” las uvas que sus compañeros van descargando. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes (Ignacio Blanco/)

“Trabajo en la viña desde que tenía 10 u 11 años, ¡toda la vida!”, piensa en voz alta Juan Torres, uno de los trabajadores fijos. “La vida del cosechador es complicada, tiene sus cosas. Mucho calor hay que soportar algunas veces, pero me gusta este trabajo. Todos los días arrancamos a las 7, por lo que me levanto a las 4.45, me preparo hasta que me pasan a buscar y acá estamos hasta que terminamos”, cuenta el hombre, quien vive en Barrancas y ya lleva 60 años trabajando entre viñedos.

“Hay días en los que llueve mucho, pero nosotros tenemos que seguir como sea. Si me das a elegir, yo prefiero un día con mucho sol a uno de lluvia, por más que haga calor. ¡A mí me gusta el calor!”, cuenta Juan. Y casi en el acto agrega que, apenas comienza marzo, en el lugar baja considerablemente la temperatura. “Para mí, la cosecha siempre ha sido mi vida”, piensa en voz alta, entre racimo y racimo.

El experimentado viñatero vive con su esposa y sus dos hijos: un varón y una mujer. Ambos están trabajando también en el mundo del vino. “Después de la cosecha viene la poda, después el desbrote y después nos volvemos a preparar para la cosecha de nuevo. ¡Hay trabajo todo el año!”, concluye Juan.

Trabajo todo el año

Daniel Achu Gutiérrez vive en Rodríguez Peña (Junín), tiene 28 años y trabaja desde los 18 en la cosecha. También se levanta todos los días temprano para estar listo cuando el cuadrillero que se encarga de trasladarlo a la finca lo pase a buscar en una Traffic. “Todo el año estamos trabajando. Son tres temporadas: cosecha, poda y desbrote. Y la verdad es que es un trabajo que a mí me gusta mucho porque estamos todos tranquilos, la mayoría nos conocemos desde hace tiempo, compartimos y es un buen ambiente laboral”, cuenta el joven.

La poda tiene lugar entre junio y agosto, el desbrote se hace a partir de octubre, mientras que la cosecha se extiende desde mediados de enero hasta la mitad de abril.

A lo largo de una ardua jornada de trabajo en temporada de cosecha, los trabajadores realizan varias pausas, indispensables para descansar e hidratarse, además del momento del almuerzo. En el contexto de pandemia de coronavirus, cada uno lleva su botella de plástico consigo para llenarla con agua.

El ritmo de trabajo en el período de cosecha es por demás frenético ya que llenan los tachos a toda velocidad con los racimos mientras están entre las hileras, y luego las atraviesan a paso acelerado para descargarlas y poder repetir el procedimiento.

En un buen día de trabajo, un cosechador puede ganar más de 4.000 pesos.

El drama de la falta de cosechadores, desde adentro

La temporada de vendimia 2022 se ha visto marcada por la dificultad para conseguir viñateros. Los motivos son varios y uno de los más comunes, y que incluso se repite desde hace años e incide en una baja sostenida, tiene que ver con que muchos eligen irse a trabajar a la construcción o a otro tipo de cosechas (frutas o ajo).

En el caso de aquellos trabajadores que llegan –o solían llegar- de otras provincias del Norte como Jujuy, Salta o La Rioja, muchos de ellos han priorizado desempeñarse en las minas de litio de Jujuy, por ejemplo, que están captando cada vez a más mano de obra.

Uno de los argumentos que más se ha escuchado en los últimos meses es el que sostiene que a quienes trabajan en estos lugares y son “blanqueados” les suspenden el pago de asignaciones familiares y sociales. Sin embargo, se trata de un argumento falaz y que lleva a la confusión.

En off, muchos de los responsables de coordinar las cosechas describen qué es lo que suele ocurrir con estos trabajadores: cuando Anses detecta que son personas que han empezado a trabajar en blanco, no les suspenden el pago de las asignaciones aunque sí se los retrasan. Esto lleva a que haya demoras en cobrarlas y que muchos trabajadores prefieran no hacer estas labores en blanco.



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