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San Valentín: cuatro historias mendocinas dignas de novela


Link [2022-02-13 21:53:46]



En el mundo existen tantas historias de amor como parejas, y nada mejor que el Día de San Valentín, que se celebra mañana, para evocar algunas que bien podrían transformarse en best-sellers.

En Mendoza las historias genuinas abundan: Mauricio conoció al amor de su vida, Gerardo, a través de Grinder, se casaron y hoy anhelan ser padres; Aldo y Elena quedaron flechados en un geriátrico, donde dieron el “sí”, mientras que Anabella y Diego –que tenían en sus teléfonos la aplicación Badoo con el fin de conocer gente– terminaron en el altar. Finalmente, Melina y Joel se conocieron 15 años después de ser rivales en un juego de Internet y proyectan una vida juntos.

Enamorados y con dos hijos.

Flechazo, cumpleaños y boda sorpresa

Mauricio Roldán y Gerardo Nieto, ambos de Maipú, no se conocían y participaban de la red Grinder para entablar relación con gente gay. Jamás pensaron que esa aplicación iba a cambiar sus vidas.

Cruzaron la primera charla el 2 de mayo de 2017, recuerdan hoy, felizmente casados, y coinciden: “Nos proyectamos juntos”. El flechazo de Gerardo –contador—y “Mauri”, licenciado en Administración Pública y peluquero, fue inmediato.

“Teníamos tanto en común que el amor nació enseguida. Por ejemplo, nos habíamos anotado en el Registro Único de Adopción para ser padres solteros”, evoca Mauricio. Cuenta que a los seis meses vivían juntos.

Cuando cumplieron 40, al mismo tiempo, el 2 de febrero de 2019, organizaron una fiesta y engañaron a los invitados: llegó una jueza, pasaron a otro salón y minutos después estaban unidos en matrimonio. “Estábamos felices y emocionados, había una energía divina y nadie dejaba de llorar”, evoca.

Hoy, aseguran, esperan “la frutilla del postre”: un hijo para coronar el amor y la familia.

San Valentín

Aldo, Elena y un “sí, quiero” en el geriátrico

La historia de amor de Elena Carrasco y Aldo Tosi representa el claro ejemplo de que no hay edad (ni lugar) para enamorarse e iniciar una vida en pareja.

Porque después de casi toda una vida, ambos viudos y pasados los 70, se encontraron en la Residencia Andares, de Ciudad, se miraron y nunca más se separaron.

Iniciaron un noviazgo chapado a la antigua, de salidas por la cuadra, mate con tortitas en el patio del hogar, tardes de naipes y charlas eternas repasando la vida de cada uno. Ella, que hoy tiene casi 77, docente jubilada, nació en Rivadavia y tiene tres hijos; él, agricultor de toda la vida, es oriundo de Godoy Cruz, tiene 83 y es padre de dos hijas. Ambos, por supuesto, son abuelos y Elena, bisabuela.

Lo cierto es que el 29 de marzo de 2014, frente a un pastor, en el patio del geriátrico, dieron el “sí, quiero”. Había torta de bodas, guirnaldas y manteles blancos. Y bailaron El Danubio Azul.

“El noviazgo comenzó muy pronto porque me enamoré apenas lo vi. Entablamos una hermosa relación y al año siguiente nos casamos. Hoy puedo decir que sus ojos, aún caídos por el paso del tiempo, me siguen cautivando”, confesó ella.

Llevan una vida tranquila y apacible en el hogar que los unió y del que, aseguran, estarán agradecidos de por vida.

Anabella y Diego: “Cuando algo se tiene que dar, se da”

Anabella Lentini es farmacéutica y está convencida de que el destino –y, claro, la red Badoo, para conocer gente– fue lo que la unió a su esposo, el médico Diego Luján, oriundo de Las Heras .

Ella, también mendocina, graduada en la Universidad Juan Agustín Maza, había vivido en Mar del Plata y regresaba a Mendoza tras terminar una relación de pareja. Diego, egresado de la UNCuyo, hacía lo contrario: se instalaba en La Feliz para cumplir con la residencia de cirugía.

Pero la especialidad no le gustó y decidió volver a sus pagos. No demoró en bajar al celular la aplicación Badoo, aunque no pretendía nada serio.

Ella, que aquí había comenzado a trabajar en una cadena de farmacias, tenía la misma aplicación, que permite saber si las personas que están en esa red se encuentran cerca y también conocer algunos datos personales.

“Un día me llegó su saludo, bastante seco y yo le di charla porque soy más abierta. Nos escribimos un tiempo hasta que el 1 de diciembre de 2012 me pasó a buscar y salimos a cenar. Mis amigas me decían que estaba loca, que era un riesgo, que podía haberme mentido y que los médicos eran todos mujeriegos”, recuerda hoy.

Diego pretendía un “touch and go” (relación pasajera) y ella, un novio oficial. Ambos lo aclararon. Pero lo cierto es que al día siguiente volvieron a salir y poco después viajaron a Cuba. Más tarde él se instaló unos días en casa de ella y todo empezó a fluir. Finalmente, se fueron a vivir juntos con su perro Boby. “Él hace todo perfecto, es cauto, serio. Yo soy todo lo contrario, de vez en cuando derrapo”, diferencia.

Anabella quería dar un paso más: casarse. Él daba algunas vueltas. Finalmente decidieron que cuando Luis Miguel visitara Mendoza, iban a poner fecha de boda.

“Y así fue, fuimos al recital el 1 de noviembre de 2014 y luego celebramos el compromiso en un hotel, con anillos, sushi y champagne. Fue soñado”, evoca. Se casaron el 1 de octubre de 2016 y todo fue tan perfecto que ni ella puede creerlo. “Lo cuento y sigo sin creerlo. Es raro conocerse por Internet y llegar al casamiento”, reflexiona.

Tiempo después llegó Pedro, su primer hijo y más tarde, en plena cuarentena, Simón, el bebé. Hoy, los Luján forman una familia feliz y consolidada. “Todo lo nuestro fue rápido, mágico y hermoso aunque cueste creerlo. Cuando algo se tiene que dar, simplemente se da”, concluye “Ana”.

San Valentín, Melina y Joel en Mendoza

Melina, Joel y una historia de película: “Sentimos que triunfó el amor”

Melina Tévez Paz tiene 28 años, es porteña y en estos días llegó a Mendoza de visita. El motivo tiene nombre: Joel, su novio de 31, a quien conoció a través del videojuego Counter-Strike, un entretenimiento de disparos que la atrapó hace más de 15 años, cuando ella apenas tenía 12.

Jamás se habían visto personalmente: jugaban, eran rivales y luego amigos, pero todo a través de la web. Así durante 15 años, hasta que el destino dio un vuelco y se encontraron cara a cara. Era 2006, ambos adolescentes, ella desde su casa y él desde el ciber se hicieron confidentes. Charlaban, se contaban sus vidas, se reían.

La vida los llevó por caminos diferentes en provincias distintas sin jamás imaginar que el destino los iba a unir en 2021. Se encontraron y comenzaron a vivir una historia de amor que, después de un año, se cristalizará en convivencia en el mes de abril.

“Amo Mendoza, es hermosa para vivir, me encanta el clima y la gente, pero nuestro lugar será Capital Federal porque allí tenemos vivienda y más oportunidades laborales”, sintetiza Melina, que es maestra jardinera. Joel, divorciado, padre de dos hijos y dedicado a tareas agrícolas, está entusiasmado con un futuro mejor en la gran ciudad. “¿Qué sentimos? Que triunfó el amor”, dice ella.

Melina y Joel se siguen riendo como el primer día. Se ríen de sus charlas infantiles, de sus juegos eternos, de las noches filosofando por teléfono o el chat.

Mientras tanto, ahora son días para disfrutar la montaña, las bodegas y las hermosas calles céntricas mendocinas. Ambos con la certeza de estar donde desean estar.



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