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Las mujeres en el mundo: muchos espacios para las inequidades


Link [2022-02-16 18:14:32]



Las mujeres enfrentamos a diario situaciones de injusticia en los diferentes ámbitos por los que circulamos: el trabajo, los espacios de decisión, la casa, entre otros.

Así por ejemplo en el caso del mundo laboral, las mujeres sufren más los problemas de desocupación que los varones, y en relación con la ocupación, de cada 100 mujeres que trabajan, 24 lo hacen en los sectores de salud y educación, y 17 son trabajadoras de casas particulares.

En lo que respecta a los ingresos, se habla de brecha salarial entre varones y mujeres. La misma se construye a través de la contabilización de los ingresos de todas las mujeres que han trabajado durante un año a jornada completa (más de 35 horas semanales) en un país, y los ingresos totales de todos los varones en la misma situación. Así se establece una media que representa la brecha salarial.

En un estudio de OIT de 2019, se puede ver que la brecha salarial mundial entre varones y mujeres es de 15.6%, es decir que las mujeres tienen menores ingresos que los varones. Según el INDEC y el ministerio de economía en 2020, la brecha salarial en Argentina ronda el 21%. Es decir que, entre las personas ocupadas, por cada 100 pesos que gana en promedio un varón, una mujer gana 79. Hace 15 años, una mujer ganaba, en promedio, 68 pesos por cada 100 de un varón.

Además, entre la población asalariada sin descuento jubilatorio, es decir trabajo informal, el ingreso de las mujeres representa un 30% menos que el ingreso de los varones.

Por otra parte, y respecto de las posiciones en el ámbito de las decisiones, pese a la ley de paridad de género que fue sancionada hace cuatro años. A partir de la renovación de las cámaras de diputados y senadores, la igualdad en la composición del nuevo Congreso seguirá siendo una deuda pendiente: para el caso de diputados/as las mujeres constituyen un 45% y en la cámara de senadoras/es llega sólo al 40%.

Por su parte, las intendencias en el país están ocupadas por mujeres en un porcentaje que no supera el 13%.

En lo relacionado con las posiciones jerárquicas en las empresas, se puede decir que sólo el 4% de las mujeres que trabajan, ocupan cargos de dirección o jefatura, mientras que entre los varones el porcentaje es casi el doble. Hace 15 años la brecha era la misma.

La economía del cuidado

El enfoque de “economía del cuidado” se utiliza para referir a bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes de las personas para su existencia y reproducción. Es decir, que se trata de todos los factores que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio. Se consideran las actividades de cuidado de niñas, niños y adolescentes, cuidado de personas enfermas/discapacitadas, supervisión de tareas escolares, compra/trámites y limpiar y ordenar la casa, entre otras.

En un estudio realizado en 2020 en la Universidad Champagnat, desde el Observatorio de género, nos encontramos con los siguientes datos:

Respecto del cuidado de niñas, niños/adolescentes: las mujeres superan en dedicación horaria a los varones en alrededor de un 40%.

En el caso del cuidado de personas enfermas/discapacitadas: las mujeres dedican un 45% más de tiempo a esta actividad.

En cuanto a la supervisión de tareas escolares: las mujeres superan en dedicación horaria a los varones cerca de un 70%.

En lo vinculado con las compras/trámites: las mujeres superan en dedicación horaria a los varones en un 62%.

En relación con limpiar y ordenar la casa: las mujeres superan en dedicación horaria a los varones cerca de un 70%.

Preguntas que debemos responder

¿Por qué ganamos menos?

¿Por qué ocupamos menos espacios de decisión?

¿Por qué las labores de cuidados están a nuestro cargo en mayor proporción?

Algunas respuestas

Las respuestas se encuentran en diferentes categorías de análisis que permiten identificar los sentidos, los discursos y las prácticas en relación con el género y que circulan en la sociedad.

En primer lugar, es insoslayable el androcentrismo como una mirada que sólo toma en cuenta la perspectiva masculina y que generaliza los resultados a toda la población. Supone una visión del mundo que sitúa al hombre (varón) como centro de todas las cosas. Se identifica así lo universal y neutro con lo que en realidad es exclusivamente masculino. De más está decir que una mirada de este tipo invisibiliza a las mujeres y conlleva una negación de otra mirada que es la femenina, ocultando los aportes realizadas por ellas. El mundo se define en masculino y el hombre se atribuye la representación de la humanidad entera. Por ello, el androcentrismo implica considerar al varón como medida de todas las cosas. De esta forma la discriminación, en repetidas ocasiones, no es percibida como tal, sino como algo atribuible a un orden natural, y así permanece invisibilizada.

Un análisis más profundo del androcentrismo nos conduce al concepto de división sexual del trabajo. Este nos permite pensar el rol de las mujeres como productoras y reproductoras de la fuerza de trabajo. Se plantea que el sistema social no reconoce la producción y reproducción del trabajo como una actividad socioeconómica, sino que la considera un recurso natural o servicio personal, al mismo tiempo que aprovecha el carácter no asalariado de la actividad.

La división sexual del trabajo al interior de los hogares regula la oferta de trabajo remunerado, es decir, luego de distribuir las tareas vitales de cuidado, sólo queda una porción de fuerza de trabajo disponible para ofrecerse en el mercado. Esta desigual distribución de las tareas de cuidado fortalece sus desventajas y su consecuente menor y peor participación en el ámbito laboral.

La bibliografía indica que la responsabilización en las mujeres de las tareas de cuidado se debe a múltiples factores, por ejemplo, la naturalización de la capacidad de las mismas para cuidar, ya que tienen la posibilidad y los hombres no, de parir y amamantar. Así, se considera que esta capacidad biológica exclusiva de las mujeres las dota de capacidades superiores para otros aspectos del cuidado. Lejos de ser una capacidad natural, se trata de una construcción social que se sostiene gracias a las valoraciones culturales que se reproducen en la educación, los contenidos de las publicidades, la tradición, las prácticas domésticas cotidianas, las religiones, entre otras.

No obstante, reconocer las inequidades de género nos permite observar las formas de relaciones de poder entre mujeres y varones, en las que las diferencias son significadas negativamente con su consecuente discriminación. En el imaginario social hegemónico muchas de las discriminaciones se instituyen en detrimento de la mujer

Por otra parte, existe el denominado “techo de cristal”, que representa una barrera invisible que impide a las mujeres que cuentan con calificación y experiencia, crecer en sus ámbitos de trabajo a la par que los varones con similares aptitudes. En general el techo es imperceptible pero imposible de atravesar ya que no existen leyes que le impidan a la mujer lograr ciertas metas, sino que se trata de preconceptos acerca de las mismas por parte de la sociedad. Esto las excluye o limita sus oportunidades. Al parecer la segmentación de tareas por sexo casi no ha cambiado en este último siglo.

Ideas para pensar como sociedad

Generar más espacios de formación y toma de conciencia respecto de las inequidades de género en ámbitos tales como las empresas, los sindicatos, todos los niveles de gobierno y los sectores científico, académico y educativo.

Trabajar en conjunto con los medios de comunicación la necesaria perspectiva de género en todas las actividades.

Actualizar y universalizar la educación sexual integral (ESI) en las escuelas de todos los niveles.

Profundizar y efectivizar las políticas de paridad de género.

*Sobre la autora: Mag. Prof. Dora Balada. Directora del Observatorio de Género Universidad Champagnat. Consultora internacional.



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