No seamos exagerados, la verdad es que Cristina Fernández no se opone a todo lo que hace Alberto Fernández. Sólo se opone a lo esencial. Así lo hizo cuando el presidente quiso acordar con la oposición una política concertada frente a la pandemia. O así lo hizo su hijo Máximo para evitar que se aprobara el presupuesto con apoyo de la oposición. Y así lo hicieron ambos para que sus legisladores votaran en contra del acuerdo con el FMI. Y ahora Cristina manda a su siervo Parrilli a criticar a Alberto por haber votado por la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Parece que Cristina sólo enfurece cuando Alberto quiere acordar en algo con la oposición o cuando quiere acercarse al mundo occidental. En lo demás lo deja hacer.
Esta semana fue Cristina con respecto a Rusia el colmo de la ambigüedad en la conferencia que dio frente a legisladores latinoamericanos y europeos. Hizo todo lo posible en su discurso para lograr lo que al final logró: que los legisladores del Eurolat no saquen una declaración de apoyo a Ucrania en contra de la invasión rusa.
Veamos entonces los principales hitos de Cristina en política internacional para entender su significado:
- Cuando dijo frente a Obama que el ISIS y sus decapitaciones eran un invento de los medios de comunicación del norte, o sea de EE.UU.
- Cuando quiso firmar un pacto con el gobierno de Irán que tenía entre sus jerarcas a presuntos criminales del atentado a la AMIA.
- Cuando decidió impedir la compra de la vacuna norteamericana Pfizer para comprar la vacuna rusa Sputnik.
- Cuando esta semana, boicoteó a su propio gobierno apoyando implícitamente a Rusia, quien de inmediato le agradeció pidiendo a los ingleses que devuelvan las Malvinas.
Estas acciones demuestran que Cristina más que tener rusofilia (aunque hace poco para disimularlo) lo que sí posee es yanquifobia, formando parte de esa extraña línea del progrepopulismo que no duda en apoyar tiranías de cualquier tipo con tal de que estén en contra de Estados Unidos.
Sólo eso puede explicar esa corriente pro-rusa de izquierda -de la cual ella forma parte al menos en parte- que se niega a condenar a Rusia por la invasión a Ucrania (o lo hace con la nariz tapada) coincidiendo con los máximos exponentes de la extrema derecha simpatizantes de Putin: Bolsonaro, Trump, Marine Le Pen y el húngaro Víktor Orbán, entre otras delicias.
Esa especie de rusofilia nacional y popular tiene hoy en la Argentina como su máximo ideólogo a un simpatizante del kirchnerismo: el intelectual Atilio Borón, que en una serie de artículos publicados después de la invasión rusa a Ucrania dió su peculiar interpretación del fenómeno, transformándose en una especie de delegado argentino de la Rusia de Putin, como siempre lo fue de la Cuba de los Castro. Pero lo grave no es que Borón piense así, sino que sus ideas sean la principal influencia del ala kirchnerista del oficialismo con respecto a la invasión rusa. Veamos entonces de qué se trata ese extraño esperpento ideológico al que denominamos la rusofilia nacional y popular.
Los dos principales argumentos que sostiene Borón son, primero -y aunque suene increíble- que no fue Rusia la que invadió, sino que a Rusia la invadieron. Y segundo, cree -como Cristina- que hay que defender a Rusia porque ese país es una fenomenal valla al gran dominador mundial, los EE.UU, contra el cual todo vale, sea presidido por Obama, Trump o Biden, ya que su perversidad es estructural.
Borón ofrece una profecía en base a un dato histórico: “Durante siglos Rusia fue atacada, hostigada e invadida. En cada caso al principio parecía que la debacle sería inevitable, pero siempre supo revertir lo que parecía un resultado cantado y derrotar a sus agresores. ¿Será distinto esta vez?”.
Entiéndase bien, afirma que como otras veces, “esta vez” también Rusia es la atacada, hostigada e “invadida”. Y el intelectual predice que de nuevo derrocará a sus agresores. O sea, que la invasión a Ucrania triunfará.
Viene ahora el fundamento central de todos los progres a los que le encanta defender a los déspotas de todo signo aunque éstos lapiden homosexuales y prohíban todas las libertades. Continúa Borón: “¿No era que el enemigo era la Unión Soviética y el comunismo? No. El enemigo era, y es, Rusia, una país demasiado extenso y poderoso cuya sólo presencia, sea bajo un régimen comunista o capitalista, es un obstáculo a los planes de dominación mundial”.
Vale decir, Rusia no domina sino que impide que otros dominen. No importa que sea capitalista o comunista, lo importante es que siempre está del lado del bien, contra los EE.UU. que siempre están del lado del mal.
El fundamento del ataque lo explicita Borón mejor incluso que Putin, quien no lo puede decir directamente: “Es que para los rusos Ucrania nunca podrá ser un país extranjero”. Por lo tanto debe hacerla volver al redil. A la santa madre rusa. Lo dice Borón.
A duras penas Borón admite que hay una invasión a Ucrania por parte de Rusia, pero es una invasión buena: “La invasión es excepcional y solo en abstracto merece una condena porque es culpa de 30 años de ataques de EE.UU.; es una reacción defensiva... Más que una invasión es la continuación de la política por otros medios”.
O sea, no se trata de la masacre perpetrada por un imperio contra un país libre, sino de “política”.
Borón critica a la izquierda occidental que en su mayoría no dudó en condenar la criminal invasión. Por eso dice. que “la izquierda posmoderna está cada día más confundida, tanto en Latinoamérica como en Europa”.
Luego sostiene que no existe ningún informe objetivo e imparcial que demuestre los desmanes producidos por Rusia en Ucrania. Para Borón “se aplicó en el terreno internacional la Doctrina Irurzun”. ¿Y qué quiere decir con esto? Que con Rusia, Occidente hizo lo mismo que el macrismo hizo con De Vido, Lázaro Báez y Cristóbal López, entre otras almas nobles: condenó a Putin sin pruebas. Como Macri -arguye Borón- metió presos a kirchneristas por presunciones falsas.
Para terminar, no podía faltar en Borón la alusión a la falta de palabra del presidente Alberto acusándolo de traicionar, además de a Cristina, también a Putin: “Hay menoscabo de la palabra presidencial. Recordemos que un par de meses atrás el presidente Fernández le expresó a Vladimir Putin que la Argentina podría ser la «puerta de entrada» para profundizar los lazos económicos de Rusia con los países de América Latina, cosa que ahora está en veremos”.
Borón se indigna porque le Argentina no le abre a Rusia las puertas de América Latina, aún luego de haber invadido Ucrania. Y acusa de ello a Alberto, justo la única vez, entre tantas mentiras, que el presidente dejó de cumplir su palabra con fines justos.
En fin, como suelen decir en las redes sociales: la locura es total.
2024-11-06 02:39:47