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Frío y pobreza: en Mendoza tres de cada 10 de hogares no tienen gas natural


Link [2022-05-23 04:08:15]



Los últimos días de mayo llegaron con bajísimas temperaturas que se acercaron a los 0 grados en Mendoza, sobre todo durante los amaneceres. Y cuando comienza a asomar el gélido invierno, son cientos de miles los mendocinos que padecen de muy cerca las consecuencias del frío sin ningún tipo de paliativo. Aquellas que no saben qué es tener gas natural y que deben recurrir a garrafas, en el mejor de los casos. Pero también están aquellos que se calefaccionan con lo que encuentran: leña, si pueden comprarla, o ramas y troncos que salen a recoger.

Según confirmaron desde Ecogas, empresa prestadora del servicio de gas de red, en Mendoza hay 409.000 usuarios residenciales que cuentan con este servicio. Desde el Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas), en tanto y con datos abiertos actualizados hasta febrero de este año, señalaron que son 398.212 los usuarios conectados a la red residencial en territorio mendocino. Sin embargo, los que se llevan la peor parte en el invierno son los que están del otro lado de esta tabla, quienes no tienen suministro de gas de red.

De acuerdo a los datos más recientes del censo realizado en todo el país el pasado miércoles, en Mendoza hay exactamente 589.245 hogares. Si se tiene en cuenta que de ese total hay alrededor de 400.000 con gas natural (tomando un promedio entre los datos del Enargas y de Ecogas), significa que el 68% de los hogares mendocinos está conectado a la red de gas. Llevado a un escenario más tangible, esta estadística se resume a que tres de cada 10 hogares no tiene conexión a gas de red en la provincia.

“Salimos algunas tardes a buscar leña, o los fines de semana, todos juntos, como si fuera una salida familiar”, resume con resignación Jorge Quintero (33), quien vive hace siete años en una muy precaria vivienda de El Algarrobal, Las Heras, y que no siempre puede comprar la garrafa o una bolsa de leña, cuyo valor ronda los 250 pesos.

A Jorge lo echaron del trabajo y ahora se gana la vida como changarín. Foto: José Gutiérrez / Los Andes

“Nunca tuvimos gas de red, y garrafa social podemos comprar cuando vienen al autoservicio. Pero muchas veces vienen a traerla y a nosotros nos queda todavía, por lo que no podemos comprar. Entonces, cuando se nos acaba, salimos a buscar ramitas y leña a los descampados. Pero no duran mucho las ramitas, se consumen ahí nomás. Y la pasamos mal con el frío”, describe y se sincera este vecino de El Algarrobal que se gana la vida como changarín.

“Estoy sin trabajo actualmente, por lo que agarro lo que venga”, describe Jorge, quien vive con su esposa Stella (31) y sus tres hijos de 14, 6 y 5 años. La prioridad para ellos en invierno es calefaccionarse; cocinar pasa a un segundo plano.

Con el frío en la piel

Jorge, Stella y sus tres hijos viven en una humilde casa, que cuenta con dos ambientes reducidos: una cocina y una sola habitación, donde duermen los cinco, aunque cada uno en su cama. “Las paredes de la pieza son de ladrillo pegado con barro, mientras que la cocina es de palo y chapa, que es un ambiente muy frío. Poder calefaccionarnos es bastante complicado. Instalación de gas nunca tuvimos y comprar una bolsa de leña es todo un presupuesto”, resume el hombre.

Cuando el invierno comienza a hacerse sentir, cada uno de ellos se acuesta a dormir con dos o tres frazadas, además de no desvestirse. “Por estos días es más difícil mantenernos calentitos. Los palitos que conseguimos se queman ahí nomás, sumado a que la cocina se enfría de inmediato. Y comprar una garrafa, por la que se está pidiendo hasta 1.200 pesos, es imposible. Conseguir trabajo está muy difícil, tenemos las asignaciones pero las cosas cada vez suben más y no alcanza para comprar nada”, resume Jorge con preocupación.

Durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19, Jorge tenía trabajo como guardia de seguridad y hasta estaba dentro de los trabajos considerados esenciales. Sin embargo, hace ya un tiempo lo echaron y desde entonces vive de las changas. Sus tres hijos, en tanto, están yendo a la escuela, mientras que su mujer trabaja como empleada. Como pueden, tienen para vivir el día a día.

Garrafa social, una alternativa no siempre disponible

El programa de Garrafa Social, dependiente del Ministerio de Salud, Desarrollo Social y Deportes de la provincia, tiene como objetivo garantizar el acceso a gas en tubo para las familias más necesitadas y con menos recursos. Con un precio mucho más bajo que el que tiene la garrafa en cualquier punto de venta (vale entre 3 y 4 veces menos con el subsidio provincial), cada 7, 15 o 20 días los camiones de Desarrollo Social visitan los puntos de encuentro para venderlas a las familias que viven en las zonas más críticas y no disponen de conexión al gas de red.

“El programa ha ido creciendo durante los últimos años. En 2021 distribuimos 80.000 garrafas en invierno y este año probablemente se supere esa cantidad. Es importante destacar que vamos a sostener el mismo precio del año pasado, por lo que la garrafa le va a quedar en 300 pesos al usuario, pese a los aumentos”, destacó el subsecretario de Desarrollo Social de Mendoza, Alejandro Verón.

Más allá de este programa, la demanda siempre suele ser mayor a las garrafas disponibles, por lo que suelen quedar familias sin conseguir la suya. Para poder adquirir la garrafa social al precio subsidiado, la gente tiene que presentarse en el lugar al que llega el camión -se avisa con anticipación- con su documento y el certificado de la Anses que demuestra que no es empleado público.

Según explicó Verón, de acuerdo al nivel de consumo en las zonas es la periodicidad con que se programa la visita del camión. “En las últimas dos semanas ya hemos recorrido 14 departamentos. El camión llega a una hora que se publica y difunde previamente y la gente puede adquirir las garrafas que esté necesitando. Lo más normal es que la gente compre de a dos. Una garrafa para familia tipo, de cuatro personas, dura entre 10 y 15 días, teniendo en cuenta que no la utilizan solamente para cocinar, sino también para calefaccionar y bañarse”, siguió el funcionario provincial.

“En las zonas donde sostuvimos los puntos de encuentro de manera más constante bajaron los niveles de accidentes con braseros, estufas con ladrillos y otras alternativas más riesgosas a las que se recurre para calefaccionar”, concluyó Verón.



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