Muristek
Son tiempos oscuros los que vive México. La esperanza se ha convertido en zozobra. La libertad en una aspiración y la democracia ha cambiado de significado. En lugar de que le exijamos al gobierno, nuestras autoridades se han encargado de crear una narrativa maniquea de la realidad donde los enemigos de los mexicanos son los otros mexicanos, los opositores al oficialismo.
Vivimos tiempos desalentadores. México pasa por el momento más violento de su historia moderna. La muerte se ha hecho presente en todos los rincones de nuestro país. Como en un Estado sin ley ni gobierno, quedarnos solos en nuestras calles puede significar una condena de muerte, mucho más si eres mujer.
No nos cansaremos de repetir que todos los días 100 personas son asesinadas violentamente, aunque parezca que lo hemos normalizado.
Sabemos hoy que el crimen organizado controla territorios enteros y el diagnóstico es que está sobre sus autoridades. Son estos grupos quienes financian sus campañas políticas y amedrentan a los opositores.
En estos tiempos sombríos, hoy consentimos que el Presidente y sus secuaces violen sistemáticamente la ley y hagan justicia de acuerdo con sus intereses. Que tengan a un Poder Judicial sometido y a un fiscal general que no tiene nada de independiente, y que, en conjunto, dan como resultado que menos del 3% de los delitos sean castigados. Y eso los tenga sin cuidado.
Los escándalos de corrupción de los hijos, hermanos y amigos cercanos al mandatario se diluyen entre toda la insensatez que brota de las coladeras de Palacio. Hoy, como en los peores tiempos del priismo, ser amigo del Presidente es una garantía de impunidad.
En estos tiempos oscuros, el libre pensamiento se cancela con arrebatos. Al mismo tiempo que desde el púlpito presidencial se grita que no se cuarta la libertad de expresión, se le califica como “traidores a la patria” —ésos que Paco Ignacio Taibo II quería fusilar en el Cerro de las Campanas— a cualquier voz disidente.
Independientemente de las decenas de periodistas asesinados en este sexenio, son demasiados los espacios de los críticos y opositores que hoy han sido suprimidos por el régimen. Son cancelados después de décadas de decir las verdades que le duelen al poder. Y lo permitimos, nosotros, los ciudadanos, los empresarios, los dueños de los medios.
En tiempos inciertos como los que estamos viviendo, aceptamos que los militares se beneficien de las aduanas, de los trenes y de los aeropuertos, y ellos, con sus armas, sean las primeras caras que ven los visitantes a nuestro país. Un México militarizado.
Un país que no respeta la naturaleza, que construye más refinerías, tala selvas y destruye cenotes.
En momentos desoladores, cuando el país vive una pesadilla, todos los días nos dicen que vamos muy bien. Pero la triste realidad se impone. Hoy nuestro país es más pobre, más corrupto, más inseguro y con peores servicios de salud que hace tres años.
Pero como en una especie de síndrome de Estocolmo, parece que queremos seguir a la merced de nuestros captores. Hoy, en ese México que está bajo una tormenta, vemos la posibilidad de que se elija continuar por el camino del miedo, de la inseguridad, de la zozobra. De la destrucción.
Nuestros hijos nos reclamarán por qué permitimos que esto pasara. Y el silencio, es cómplice.
*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana.Twitter: @ralexandermp
Columnista: Ricardo Alexander MárquezImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0