Debiera escribir sobre asuntos preocupantes y hasta de trascendencia para nuestro futuro como el desastre que todavía priva en el sistema de salud, el retroceso en nuestra economía, el hoyo en que se encuentra la educación pública o las desafortunadas, gigantescas e inútiles obras públicas emblemáticas de la actual administración.
No obstante su importancia, hay un tema insustituible, primordial y de una profundidad al que pareciera ya nos hemos acostumbrado: las centenas de miles de huérfanos, el sinnúmero de viudas, madres, padres, familiares y una variante casi infinita de consecuencias originadas por una creciente e imparable violencia.
No importan los reales e imaginarios resultados positivos que pudieran haberse obtenido en los últimos lustros. Todo queda borrado por el baño de sangre en el que se ha convertido nuestra cotidianidad y a la cual pareciera, adormilados como estamos, no le damos la importancia que merece.
En un solo día leo en los diarios y veo en los principales informativos televisivos lo siguiente: 1. Matan a seis en granja de Guerrero, 2. Plagian mujeres en Colima, 3. Masacre en Mazatlán, matan al padre y a tres miembros de su familia, 4.Balean comandancia en Tecoanapa, 5. Asesinan a siete en su domicilio en Oaxaca, 6. En Saltillo se crea un Centro Regional de Identificación, donde las familias puedan reconocer la identidad de los encontrados en fosas clandestinas, 7. Linchan a un inocente en Puebla, 8. Para coronar este breve listado: roban en 10 horas, 20 contenedores que contenían metales preciosos a granel sin que la Marina ni la Guardia Nacional se percataran.
Sucesos como éstos se repiten todos los días para llegar a alcanzar en los últimos fines de semana los 221, 235, 247 muertos en diferentes regiones del país. La pregunta es obligada: ¿qué hace el gabinete de seguridad que se reúne con el Presidente de la República de lunes a viernes a las seis de la mañana, además de vigilar que se respeten los derechos humanos de los asesinos, qué acciones toman para que eso no se repita?
Veamos las estadísticas y no las historias de cada persona, sólo los números. Durante el sexenio de Calderón se registraron 53 mil 319 asesinatos; en el de Peña Nieto, 74 mil 737 y en lo que va de la actual administración, la última cifra de esta semana son 123 mil 364, de acuerdo con TResearch y otras entidades.
En la mañanera del pasado miércoles, López Obrador abrió una luz de esperanza cuando señaló que no había muchos muertos cuando predominaba un cártel de la droga sobre otros y marcó como ejemplo a Sinaloa. SÍ, la cuna de la goma y de El Chapo. Ahí mismo donde él ha confesado ordenó se liberará a Ovidio Guzmán para evitar una masacre.
En buen romance, habría que estimular y brindar facilidades para que se evitarán diferentes y numerosos cárteles para que uno solo predominara y así encontrar la paz tranquilizadora que nos falta.
Si ésa es la solución, habría que pensar en que el próximo gobierno cogobernará exitosamente asociado a un grupo criminal fortalecido, ampliado y vigoroso con el cual se vería cuál debe ser el porcentaje de extorsiones, secuestros, asesinatos y negocios de exportación y consumo de drogas para mantener sin sobresaltos ni tanto dolor a la población.
Cierto, es una idea innovadora.
Columnista: Raúl CremouxImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 02024-09-19 00:25:09