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Sin novedad alguna


Link [2022-06-19 14:56:25]



La muerte ha dejado de ser una noticia que nos duela como sociedad. Nuestra realidad se ha convertido en una terrible forma de convivir con la ignominia y la desesperanza en un país que, día con día, parece que se nos escapa de las manos ante la violencia que lacera la vida cotidiana de quienes apuestan por una jornada en la que puedan volver a sus hogares. 

Quizá la noticia que nos impactaría de manera inmediata podría ser que, en un solo día, no se reportara un número de homicidios, feminicidios o desapariciones que nos estremeciera. En este simple ejercicio de imaginación, nos damos cuenta de que nos encontramos muy lejos de algo así, porque en cada uno de esos números se refleja la sociedad que somos. 

No hay forma de entender que nos hayamos acostumbrado a recibir estas noticias como si fuera un obituario obligado o la entrega de un informe de guerra en el que nos percatamos de que cada muerte sólo mantiene fines estadísticos cuando la justicia aún no ha sido invitada a nuestra mesa –como lo soñaba Rosario Castellanos en su Memorial de Tlatelolco. 

Durante estos días nos hemos percatado que mirar “la viga en el ojo ajeno” es un buen mecanismo para crear un velo que difumine lo ominoso y se logre apostar por el olvido: aunque exista el horror en nuestro país, es mejor hablar más tiempo acerca del manejo de las armas y los tiroteos que ocurren en Estados Unidos. En el caso de nuestro país, las voces del gobierno han buscado eufemismos para hablar del armamento que posee el crimen organizado y que no deja de sorprendernos. 

Se apuesta por que se olviden con rapidez las atrocidades que se escuchan y leen diariamente, lo cual no es tan difícil cuando en un mismo día podemos enterarnos de una cantidad de actos de violencia que, en ocasiones, preferimos cerrar un poco los ojos ante semejante torbellino de noticias. Vamos del estupor a la perpleja conformidad para no ser devorados por la rabia y la tristeza. Pero esos golpes existen, duelen sus impactos, nos dejan una marca que no se puede borrar con facilidad y nos dejan un recordatorio de lo que somos como país. 

 Así, el terrible asesinato de Daniel Picazo –al ser linchado en la comunidad de Papatlazolco, en Puebla– nos lleva a cuestionar no sólo el actuar de las autoridades, sino su propia importancia ante una sociedad que ha dejado de confiar en sus instituciones. En efecto, todo parte de un rumor, de la vocinglería perniciosa que tanto daño causa, y que culmina en un linchamiento que nos recuerda la idea de justicia que existía en otras épocas, pero que apenas ocurrió hace unos días. Así, aunque ya se hable de un número específico de detenidos, la pregunta va más allá, ¿qué sucedió con toda una comunidad que no fue capaz de detener semejante barbarie y que, posiblemente, se convirtió en espectadora de la muerte de una persona? ¿Y las autoridades? Claro, sólo discursos que proclamarán una justicia y que se irá desvaneciendo ante la llegada de nuevas atrocidades. 

 La noticia relevante es la de un pueblo que ha protagonizado una barbarie. Pero los otros homicidios, las desapariciones y los feminicidios no dejan de ser algo que nos lacera como sociedad y que ocurren día con día. Pero sólo se convierten en frías estadísticas y en un informe que parece ha dejado de ser relevante. 

¿En qué estado se encuentran las policías municipales y estatales? Las respuestas se obtienen en la propia ciudadanía, no en los discursos políticos. Es “curioso” que las viejas banderas de quienes hoy forman parte del gobierno de la pretendida transformación, y participan de ese silencio que justifica que los miembros de la Guardia Nacional sean espectadores en primera fila y que el Ejército sólo se haya convertido en contratista, fuente de mano de obra barata, administrador y principal socio económico del actual gobierno. 

 Lamentablemente no hay muchas novedades en estas historias. No olvidemos las palabras de Elie Wiesel, “ante las atrocidades tenemos que tomar partido. La posición neutral ayuda siempre al opresor, nunca a la víctima. El silencio estimula al verdugo, nunca al que sufre”. Que no se olvide quiénes levantaban la voz en otros tiempos. Que se tenga presente a quienes hoy guardan silencio ante la situación de un país que se pierde en su propia desesperanza. 

Sin embargo, la respuesta a ese torbellino se encuentra en la misma ciudadanía, eso es lo que no podemos olvidar. 

Columnista: Carlos CarranzaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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