CIUDAD DE MÉXICO.
“Si cada persona hace memoria, sin duda encontrará en su historia personal a un maestro que supo tocar su vida, que le dejó una huella imborrable o cambió su rumbo”, afirma sin dudar el escritor chihuahuense Raúl Manríquez (1962). “Lo que cambia la vida de las personas es lo que cambia al interior del aula”, comenta en entrevista.
A partir de su experiencia de más de 30 años como docente, el narrador decidió unir memoria y autoficción para dar vida a Días de septiembre (Premio Nacional de Novela Justo Sierra O’Reilly 2007), que acaba de reeditar el Fondo de Cultura Económica.
Estaba agotada y la gente me la seguía pidiendo. Es una novela muy cálida, porque explora los sentimientos y la naturaleza humana. Revalora la vocación a toda prueba del maestro rural, que creo no ha cambiado después de 15 años, a pesar de que ahora se vive una sociedad más violenta”, señala.
Cuenta la historia de tres amigos egresados de la Normal de Chihuahua, que aspiran a cambiar la precaria situación escolar en la que se encuentran muchos estudiantes. “Sus caminos se van bifurcando y la amistad se desdibuja conforme cambian sus intereses, que se manifiestan entre la sed por el poder en las mafias sindicales y los viejos ideales de justicia y lucha social”.
Aunque se abordan hechos reales, como el asesinato de la maestra Sonia Madrid, quien investigaba actos de corrupción en 2006, aclara que “no es una novela de denuncia, porque se habla de hechos conocidos. Lo que nos puede aportar la literatura es tratar los acontecimientos desde otro punto de vista”.
Con una prosa sencilla y directa, Manríquez, considerado uno de los autores más importantes del norte del país, recrea temas como la mafia sindical, las relaciones profesor-alumna, el amor y el desamor, la intriga y la muerte, y hurga en el significado, los riesgos y las satisfacciones de ser maestro en este país.
Los tres personajes luchan en distintos pueblos de Chihuahua contra la pobreza, la falta de libros, la burocracia sindical, el hambre de los pobladores y hasta amenazas de narcotraficantes que no quieren que los niños vayan a la escuela, sino que trabajen en los campos de amapola.
Me gusta sentir la historia, los personajes y el proceso de construirlos desde el interior. Conocer cómo siente el personaje y cómo reaccionaría en una situación determinada. Los construyo con sus claroscuros para que la trama tenga más fuerza”, añade.
El también poeta busca darle una dimensión universal a la vida cotidiana de las personas humildes y revalorar la amistad y la lealtad en estos tiempos turbulentos.
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