Por Alicia Strathern
“Estoy criando un hijo con el que tu hija estará segura. Te lo prometo”. El 8M del 2022, me encontré en redes sociales la imagen de una pancarta con ese mensaje. Desde que la vi, no he dejado de pensar en ello. La primera acción que viene a la mente para sostener esta promesa es hablar abiertamente sobre el consentimiento sexual.
Las nuevas mamás tenemos una misión importante: romper con los patrones de conducta del pasado. Plantear el tema del respeto al cuerpo de la mujer y su persona. Nos toca hablar sobre el significado de un no. Nos toca dejar en claro que la manera en la que viste una mujer no es motivo para invitar al manoseo ni a ninguna otra forma de acoso.
Meditemos también la siguiente idea: los temas de sexualidad no son exclusivos entre padre e hijo. En un escenario ideal, la madre también tendría que estar presente para aportar su perspectiva y así la educación del hijo es más completa y sana. Es imposible generar mayor conciencia sobre el respeto a la mujer sin la voz de ella.
Yo no sé cómo son las pláticas entre papá e hijo. A mí me tocó una época en la que niños y niñas debían tener conversaciones separadas. Nunca entendí por qué. Si convivimos en una misma sociedad, ¿por qué hay cosas que las niñas no deben escuchar? ¿Por qué hay temas que “no les conciernen” a los niños? ¿Y en qué momento se trata el tema del consentimiento? Es justo ahí donde la información se fractura y cada uno termina con ideas diferentes sobre cómo “deben ser” las interacciones sexuales.
Como mamás, debemos preguntarnos qué tan claro tenemos este concepto para poder hablarlo con nuestros hijos.
De acuerdo con ONU Mujeres, “cuando se trata de consentimiento, no hay límites difusos.” La organización sugiere que, en lugar de buscar un “no”, hay que asegurarse de recibir un “sí”. Un “no sé” o un silencio no son sinónimos de consentimiento. Es esencial entender que cada persona tiene límites distintos y que requieren respeto para crear interacciones seguras.
El consentimiento se puede retirar en cualquier momento. Aun cuando la respuesta fue un claro “sí”, ésta puede cambiar en cuestión de minutos. Sea cual sea la razón, no es no.
Si empezáramos a comentar el tema con nuestros hijos a temprana edad, podríamos formar una cultura de consentimiento más sólida. Podríamos desechar frases como “es que estaba bien borracha”, “es que ella empezó por la ropa que traía puesta”. Ninguno de esos pretextos es válido para justificar la violencia hacia la mujer.
Creo firmemente que si nos comprometemos a entender el consentimiento, podemos exigirle a las autoridades mejores leyes que protejan y hagan justicia. Datos publicados en Reporte Índigo en 2021 indican que en la ley mexicana aún no está tipificada la figura del consentimiento en los casos de violencia sexual. Por lo tanto, la línea entre prácticas sexuales libres y delitos por violación es difusa. Hay mucho trabajo pendiente en esta materia y urgen cambios tangibles que de verdad procuren la seguridad de las mujeres.
Sin embargo, este tema es demasiado importante como para sólo dejarlo en manos de las autoridades. Tenemos mucho trabajo dentro de nuestros núcleos familiares. Todo lo que hagamos, digamos o callemos, impactará en el desarrollo de los adultos del mañana.
Por eso es poderosa la promesa de criar un hijo con el que tu hija estará segura. Es un compromiso que debe tomarse con seriedad.
Por mi parte, yo también lo prometo.
aliciastrathern88@gmail.com
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