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Origen de la violencia


Link [2022-05-29 14:07:55]



Cualquier acto de violencia tiene un origen y es ahí donde debemos actuar como sociedad para que ninguna circunstancia favorezca el desarrollo de la agresión y quienes consideran tener un motivo para llevarla a cabo, sean atendidos a tiempo. 

 Hemos fortalecido la idea de que la única manera de enfrentar a quienes deciden optar por una conducta antisocial es la fuerza, lo cual es un error que nos cuesta demasiado caro. Ninguna estrategia que ha implicado combatir el fuego con más fuego ha resultado exitosa, a menos de que se trate de aquellos que fabrican y venden armas de fuego. 

La tragedia de Uvalde, Texas, y las anteriores a ésta, son recordatorios dolorosos de las fallas que tenemos como ciudadanía para evitar que las circunstancias favorezcan a quien toma la decisión de atacar a los más indefensos para tratar de descargar un malestar que se ha acumulado durante años. 

Salvador Ramos, el autor de la masacre, tristemente cumplía con el perfil de otros agresores, particularmente en un rasgo sicológico demasiado común en estos casos: él también era agredido continuamente. Sin atención oportuna, un tejido social que pudiera amortiguar las condiciones en que vivía y la posibilidad de comprar un arma con mayor facilidad que una medicina, además de aprender a usarla, permitieron que Salvador tuviera todas las circunstancias a su favor para hacerle a alguien más, lo que él sufría. 

Podremos afirmar que ningún abuso es suficiente para cometer un crimen de la dimensión de un homicidio, que muchas personas sufrieron y sufren abusos y eso no las orilla a utilizar un arma en contra de otros; sin embargo, sólo se necesita que uno de nosotros, alguien como nosotros, piense en que ésa es la única opción que le queda para que ocurra una masacre. 

 ¿Qué impulsa a muchos jóvenes a unirse a la delincuencia, si no es la falsa ilusión de que obtendrán dinero rápido, lujos similares a los que admiran en series y películas, y con ello obtener una revancha contra una sociedad que los abandonó y los dejó sin oportunidades? 

Es posible que Salvador pensara que una carrera criminal estaba fuera de lugar y era preferible un desquite mayor, aunque implicara la pérdida de su propia vida; lo que también deberíamos cuestionarnos es por qué, de nuevo, no fuimos capaces de identificar los síntomas sicológicos que reflejan todos los que en algún momento cruzan la frontera de la contención hacia la violencia y cometen crímenes inexcusables. 

 El muchacho de 18 años pudo adquirir lo necesario para cumplir con las amenazas que había publicado días antes (otro rasgo típico del perfil de un asesino de este tipo) e ingresar a una primaria con chaleco antibalas y un rifle de asalto, dos productos de acceso general en un estado en donde la posesión de armas es una costumbre. Antes había resuelto otro pendiente dentro de su esquema de cobro de cuentas: le había disparado a su abuela, responsable de su crianza, después de advertirlo también públicamente. Si la historia de la formación y educación de Salvador puede evaluarse como normal o parecida a muchos otros casos donde la persona supera las carencias y la violencia, estamos justificando que estos vacíos sociales existan y no estamos atacando las causas que ocasionan hechos como éste y otros similares. 

 Debemos enfocarnos en proteger a niñas, niños y adolescentes, con la misma voluntad y compromiso que nos centramos en procurar una educación libre de violencia, de abuso escolar y permanentemente supervisada por todos los que integramos una comunidad. Pronto sabremos los problemas por los que atravesó la abuela de Salvador para tratar de brindarle un futuro a su nieto; si no fue así, había mucha gente alrededor que vio las señales y optó por no decir, ni hacer, nada más. Nunca sabremos qué pudo hacerse si un vecino, un maestro o los padres de un conocido hubieran intervenido a tiempo. 

 Somos corresponsables de la violencia, así sea en la mínima escala, que nos afecta en nuestro buen y bien vivir. Tenemos derecho a quejarnos y a exigir que autoridades e instituciones cumplan con su obligación de proporcionarnos seguridad, pero vivir en paz y con tranquilidad, bajo circunstancias que impidan la agresión, es un pendiente que están de nuestro lado, como sociedad y ciudadanos. El silencio nunca será opción y contemplar el origen de una tragedia sin tratar de impedirla nos hace cómplices, no víctimas. Seamos corresponsables, mucho más cuando todavía tenemos tiempo de evitar casos como éste en nuestro país. 

Columnista: Luis Wertman ZaslavImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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