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La UNAM, flor y espina del poder presidencial


Link [2022-05-29 14:07:55]



A propósito del aniversario luctuoso del presidente Miguel Alemán Valdés, conmemorado hace unos días en la UNAM por haber sido el impulsor de la construcción de la Ciudad Universitaria, el espectacular conjunto arquitectónico considerado el más importante de nuestro país del siglo XX, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. 

 Además de los sobrados méritos del presidente Alemán Valdés, artífice de la germinación económica, particularmente turística e industrial del México de la posguerra, un país empobrecido que gracias a su visión de estadista cimentó las bases para el “desarrollo estabilizador”, también identificado como el “milagro mexicano”, ubicado por los estudiosos entre 1958 y 1970, en que vino el timonazo hacia el nacionalismo económico de corte demagógico. 

 El merecido reconocimiento a Miguel Alemán, organizado por el doctor Raúl Contreras, director de la Facultad de Derecho de la máxima casa de estudios, también tuvo que ver por la profesión de abogado que abrazó el presidente Alemán y, naturalmente, a la pasión al poner la primera piedra y entregar personalmente concluida la obra de la Ciudad Universitaria, y que también convocó a una pléyade de juristas a elaborar la iniciativa de ley orgánica de la UNAM. 

 Miguel Alemán, el primer mandatario civil (no militar) de la era posrevolucionaria, expresó emocionado al tomar posesión: “... ésta es ya la época de los universitarios...”, y así fue, desde 1946 y hasta 1988 abogados egresados de la UNAM: Salinas, de la UNAM, fue el primer economista y luego Zedillo, egresado del IPN; Fox, administrador por la Iberoamericana; Calderón, de la Libre de Derecho, Peña Nieto, de la Panamericana y, luego de cuatro sexenios, López Obrador por la UNAM. 

 La comunidad universitaria ha sido siempre celosa de su autonomía. El claustro académico y el personal administrativo sindicalizado rechazan —casi en automático— la cercanía con el Presidente de la República en turno. La asignación presupuestal ha sido constantemente fuente de tensión, aunque normalmente resuelta a favor de la enorme institución de instrucción superior. La UNAM es una flor que, en repetidas ocasiones, ha espinado la mano presidencial. 

Por citar dos incidentes: la escultura del presidente Alemán colocada en la explanada fue dinamitada por un “desconocido”; la primera vez fue restaurada, la segunda quedó reducida a escombros de metal retorcido. Después de la matanza de Tlatelolco creció el rencor al poder oficial y en 1975, el presidente Luis Echeverría salió de las instalaciones de la UNAM con la frente sangrando por una pedrada ante el repudio masivo del estudiantado al que minutos antes acusó, en medio de sonoros abucheos, de estar manipulados por la CIA y así parecerse a los jóvenes fascistas que aclamaban a Hitler y a Mussolini. 

 A pesar de su popularidad entre los universitarios, el presidente López Obrador, egresado de sus aulas, ha sido severo en sus cuestionamientos a la institución; la acusa de no haber impedido el auge del “neoliberalismo” y, recientemente, de no haber formado médicos con espíritu humanista y disposición para ir a los destinos más apartados a ejercer su oficio. Al grado de reconocer la necesidad inevitable de traer cientos de médicos cubanos para reforzar la crisis de salud y de operación sanitaria en todo el país. El tiempo dirá si sus reproches pueden ser un poderoso reclamo en autocrítica por las omisiones de su alma mater o muestra deliberada de resentimiento por cicatrices durante su prolongada condición de estudiante. 

Columnista: Francisco Javier AcuñaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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