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La pandemia que viene


Link [2022-04-26 12:34:30]



Durante más de dos largos años, las secuelas de la pandemia de covid-19 han trastocado la salud de las personas, el ingreso de los hogares y ahora impone serios retos a la permanencia de las corrientes políticas que por décadas consiguieron impulsar una visión democrática en los ejercicios de gobierno, la construcción de las sociedades modernas y la cooperación multilateral. 

 Es cierto, el desencanto de grandes segmentos de electores hacia la democracia precede a la emergencia sanitaria, pero ésta sólo ha conseguido exacerbar el agravio ciudadano contra sus autoridades. En dicho proceso es entendible el malestar frente a un bienestar colectivo secuestrado por crisis económicas recurrentes, las brechas de desigualdad generadas por la concentración de la riqueza económica, así como la falta de respuestas sociales a la mejora de la calidad de vida en los resultados de políticas públicas. 

Lo que resulta difícil de comprender es el cambio cultural de las nuevas generaciones de votantes hacia expresiones políticas de corte autoritario; o que la clase trabajadora —como ha ocurrido en Estados Unidos, Francia o España, entre tantos otros comicios— se vuelque al apoyo mayoritario de ofertas políticas nacionalistas extremas, como válvula de rechazo a la precarización del empleo o a la sustitución de plazas de trabajo por el cambio tecnológico exponencial. Sorprende no porque éstas sean expresiones de castigo electoral hacia el statu quo de la clase gobernante, sino porque dichas alternativas han probado su rotundo fracaso en generar bienestar sostenido e incluyente a lo largo del siglo XX. Los populismos y los nacionalismos sólo trajeron pobreza, abuso e inestabilidad. 

Y, a pesar de ello, hoy viven un aire renovado. Destaca el caso de la ultraconservadora Marine Le Pen, quien este fin de semana perdió frente a Emmanuel Macron, pero consiguió un número de votos histórico para la extrema derecha, al registrar su movimiento el 41% de los sufragios en la segunda vuelta electoral. Ese resultado la ubica en una tendencia imparable al alza, la cual más que duplica el respaldo popular si se compara con el obtenido por su padre con el Frente Nacional hace dos décadas. Así, el ideario de la familia Le Pen, a partir de la promoción de políticas que en Europa trajeron polarización, racismo e incertidumbre, sigue vivo y la candidata parece haber puesto pausa a su declinación de volver a competir. 

Como siguen vivas también, bajo premisas muy similares, las aspiraciones del exmandatario Donald Trump manifestadas en una decidida precampaña republicana hacia la contienda presidencial de 2024. Alentadas por una base social dispuesta a pesar por alto su incitación desde la Oficina Oval al conflicto interracial en un país de migrantes, su falta de pertinencia en las acciones de gobierno e incluso los indicios de su culpabilidad en la toma violenta del Congreso de Estados Unidos de 2020, a fin de descarrilar la toma de protesta de Joe Biden como presidente. 

 No obstante la magnitud de los atributos negativos de Donald Trump, los careos muestran que, si hoy fuesen las elecciones para elegir mandatario en Estados Unidos, éste recuperaría la Casa Blanca. Por ejemplo, la más reciente encuesta hecha por Harvard CAPS-Harris Poll y publicada en el medio político The Hill, concede al republicano una ventaja de 6 puntos porcentuales por encima del presidente Biden (47 vs. 41%). E incluso, si la candidata demócrata fuera la vicepresidenta Harris, este margen de victoria se abriría a 11 puntos. Ello sin olvidar que, en varios sondeos, la aprobación del presidente Biden alcanza nuevos mínimos que llegan hasta —apenas— el 33% de los ciudadanos estadunidenses. Tendencias que, de entrada, seguramente le harán perder el control de la mayoría legislativa en las elecciones intermedias de este año. 

 Lo preocupante es que los vientos corren a favor de expresiones como las encabezadas por los Trump o los Le Pen, porque, ante una economía que sigue debilitada por disfuncionalidad en las cadenas de suministro, altas tasas inflacionarias que dañan el poder adquisitivo de los hogares más vulnerables, la continuidad en los impactos de la salud por covid-19 y la incertidumbre en el orden internacional, el descontento social crecerá y su desahogo en votos hará que la pandemia que viene sea la política. 

Columnista: Max CortázarImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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