Muristek
El pasado domingo, después de una exhaustiva jornada en la Cámara de Diputados, se desechó la iniciativa de reforma energética promovida por el presidente Andrés Manuel López Obrador. En coalición, los diputados del PRI, PAN, PRD, MC y dos del PVEM sumaron 223 votos, los suficientes para que dicha iniciativa no alcanzara la mayoría calificada y, por consecuencia, no fuera aprobada la reforma constitucional.
Indiscutiblemente, dicha reforma se había convertido en uno de los ejes estratégicos de la presente administración. Durante meses, esta discusión se convirtió en el estandarte del proyecto discursivo de la Cuarta Transformación sobre una serie de pactos, injusticias, corrupción e impunidad dominantes durante el periodo neoliberal. Desafortunadamente, esta serie de sound bites, más allá de ser útiles en mítines u otros eventos públicos, se convirtieron en la forma de hacer política durante este sexenio, definido más por la improvisación y los ataques diarios a la oposición política, instituciones descentralizadas del Estado, sector empresarial, comunidad científico-académica, entre un largo etcétera.
Hoy, la búsqueda de consensos, acuerdos y alternativas entre las fuerzas políticas no existe, básicamente se está a favor o en contra del proyecto de nación actual. Ejemplo claro de ello fue el nulo interés de modificar o, al menos, reconsiderar la propuesta presentada por el Ejecutivo, tras haberse invertido horas y recursos en las mesas de Parlamento Abierto donde los argumentos presentados sugerían enmiendas razonables considerando todas las voces.
Si lo que se presentó durante la jornada del domingo pasado tuvo la intención de propiciar cierta pedagogía política a la ciudadanía sobre la examinación de argumentos en favor o en contra de la propuesta, penosamente eso no ocurrió. Lo que vimos fue una serie de ataques, insultos e intercambios improductivos dentro de discursos oníricos poco propositivos que dejaron fuera los aspectos técnicos de un tema estratégico de seguridad nacional como lo representa la industria eléctrica.
Resulta importante destacar los tiempos en los que ocurre este “debate” político desde diversas perspectivas. Por una parte, Morena, a mitad del camino, “pierde” una batalla importante, sin embargo, las últimas encuestas lo muestran como favorito para llevarse al menos cuatro de las seis gubernaturas próximamente en juego. Por otra parte, renace la idea de un bloque opositor unido con miras a 2024. Se adjudica una “victoria” con la que se comienzan a materializar ya de manera tangible los esfuerzos de quienes discrepan del modelo actual de gobierno, acompañada de todos aquellos a quienes el discurso del Presidente y sus operadores políticos sataniza o ignora.
Mientras tanto, al no ver favorecida su iniciativa en la Cámara de Diputados, Morena inició una campaña, cuyo fin es el de exhibir públicamente a los diputados que votaron en su contra, amenazando incluso de acusarlos jurídicamente por actos de “traición a la patria”. Esta medida exhibe una falta de decoro, de profesionalismo político y congruencia, a estas alturas lo importante es complacer los designios autoritarios de un Presidente que se perfila ya hacia el final de su sexenio.
Lo verdaderamente alarmante dentro de esta polarización es el acoso, hostigamiento y persecución personal de quienes piensan distinto. Esta fórmula de incitar al odio desde el poder nos hace recordar dolorosos episodios ocurridos durante diversas dictaduras que, si bien pareciera van siendo relegadas al pasado, la realidad es que están más presentes que nunca.
Columnista: Azul EtcheverryImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0