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El viaje huichol (2/3)


Link [2022-04-20 13:34:18]



La “medicina”

La sanación comenzó con el ritual de la purificación; Miguel Ángel, nuestro guía, nos explicó pacientemente el sentido ceremonial. Mientras el chamán bendecía el fuego, los asistentes realizamos nuestros íntimos actos de contrición y ofrecimos a las llamas un nudo en un cordel por cada pecado cometido; unas varitas de ocote previamente bendecidas fueron el instrumento para barrer de nuestros cuerpos las malas energías. En este punto, vencida ya mi reticencia, mi corazón involucrado y mi mente dispuesta a crecer para entender, me liberé de las culpas y avancé en el camino del viaje interior anunciado.

Ese fuego fue el testigo presencial de nuestros pasos; Unte preparó la fruta y dispuso en una bandeja de plata los carnosos gajos del peyote sagrado. El guía repasó con cada uno los efectos esperables e insistió en la libertad absoluta para participar o no en aquel acto, imbuidos en la vibra y el ambiente, todos alrededor de aquella pira purificadora, bajo la protectora mirada del Abuelo Fuego, aceptamos el gusto amargo de la bendita medicina. Jículi, es el nombre huichol de la sagrada cactácea, sus efectos aparecen dos o tres horas después de consumirla; el principio activo, la mezcalina, actúa de manera diferente en cada cuerpo, en cada espíritu. El chamán nos reveló que la medicina es divina y tiene el poder de encontrarse contigo y reconocerte, de saber de tu mal y sanarte, más allá de lo físico, en lo emocional, en lo espiritual, en los adentros.

El tiempo pasa lento, tanto que la calma se hace cómplice del  viaje y te lleva a estar contigo y para ti, atento a cada movimiento de tu cuerpo, alerta para cuando lleguen los efectos esperados, lúcido, capaz de dominar esa impaciencia y dibujar una sonrisa en el ambiente. Se habla poco, se dice mucho. Una lánguida emoción de paz profunda se hizo presente entre los reflejos de la lumbre; el mantra repetido por Unte, dulce lengua entrecortada por suspiros, manso cantar que flotaba entre nosotros, arrullaba, melodioso, cada encuentro.

Tres veces probamos el veneno medicinal, tres veces apreciando su amargor en cada diente, una rara sensación de  incertidumbre, un trémolo de miedo a lo desconocido y una emoción aventurera.

Cabe aquí, antes de envolvernos en el efluvio natural de la sustancia, detenerse y valorar lo acontecido. No es una droga que se ingiera a la ligera, no es la llave de las puertas esotéricas, es un vehículo religioso y, por lo tanto, exige un delicado tratamiento. Sólo desde el respeto, desde la comprensión profunda de su cosmos, desde la mirada sagrada, desde el plano inmaterial y espiritual puede abordarse y, así, en esa línea, acompañado por los sabios y los guías, puede accederse a ese mundo misterioso y experimentar la sensación de libertad más duradera, navegar desde tu cuerpo y desprenderte, volar. Claramente… viajar.

La mezcalina, ya profanada en occidente, separada de la planta hace apenas un siglo, es pasaporte en terapias sicodélicas, se asocia con el campo más indómito de la mente y sus efectos estudiados han referido resultados confusos, análisis inconclusos que apelan a la magia inexplicable de su encuentro distinto en cada cuerpo.

Intentar resistirse es tan absurdo como negarse a la actuación de una aspirina, la medicina entra y recorre el torrente sanguíneo, ya en el sistema límbico actúa en cada cual de forma libre. Por mi parte, fue tan sólo la caricia de la calma, un estado de placer incandescente, tan armonioso como dulce, una vaporosa sensación embelesada, limpia la mente, despejada, apenas una leve distorsión que empujaba la belleza hacia las cimas. La luna, la lluvia, la tierra, todo en su cúspide de formas y de fondos. Una alegría natural y sosegada, un paseo, literal, por el cielo colmado de nubes azuladas. (Continuará).

Columnista: Miguel DováImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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