Una de las fuentes de ingreso más importantes para Egipto es la del turismo. Las pérdidas para esa industria fueron millonarias durante la inestabilidad que siguió a la Primavera Árabe, y fue frecuente que los periodos de recuperación vividos por temporadas, se vieran interrumpidos a causa de atentados terroristas esporádicos que volvían a imponer la sequía al sector. La aparición de la pandemia significó un nuevo y demoledor golpe, ya que en 2020, los ingresos turísticos cayeron a la cifra de 4 mil millones de dólares, monto muy inferior al registrado en 2021 cuando de nueva cuenta volvió a ser de aproximadamente 13 mil millones, igual que en 2019.
Los ingresos por turismo representan para el país del Nilo casi 12% de su PIB, empleando 9.5% de la fuerza de trabajo nacional calculada en 27 millones de personas. Junto con las remesas enviadas por los egipcios que trabajan fuera, y las exportaciones agrícolas e industriales, el turismo constituye un área clave en la recepción de divisas extranjeras.
El caso es que ahora la invasión de Rusia a Ucrania ha impactado negativamente a Egipto de nueva cuenta debido a que un muy importante flujo de turistas proveniente de ambos países formaba parte de su clientela habitual, ávida de conocer las pirámides y demás riquezas arqueológicas, lo mismo que sus pintorescas calles, su cultura, su gastronomía y sus playas. De tal forma que en vísperas de este verano, las instancias promotoras del turismo están ideando cómo atraer viajeros de otras latitudes, entre otras, de Europa Occidental, Latinoamérica y Asia.
Un asunto que podría considerarse frívolo, pero que, sin embargo, está lleno de paradojas que pesan en la política oficial de promoción turística es el de la prohibición o no del uso de un peculiar traje de baño femenino que apareció en el mundo musulmán hace algunos años. Se trata del burkini, término que designa la combinación del bikini con la burka, prenda diseñada para nadar y que cubre el cabello y casi todo el cuerpo de las mujeres. El escándalo ya se había desatado desde junio de 2021, cuando en Egipto mismo la administración de un hotel prohibió a una mujer hacer uso de la alberca ataviada con su burkini que sólo dejaba ver su cara. A partir de ese incidente, se desató una fuerte polémica a lo largo y ancho del país. ¿Era legal eso? ¿Si una mujer decidía que sólo así, cubierta de pies a cabeza, le permitían sus convicciones religiosas entrar a la piscina, no se estaban violando sus derechos elementales al impedírselo?
Es por demás curioso e interesante que, en este caso, las cosas son al revés de como estamos acostumbrados a que se presenten. En varios países musulmanes regidos por la sharía o ley islámica, una de las demandas más frecuentes a las autoridades por parte de sectores feministas y de organizaciones de derechos humanos es permitir a las mujeres vestirse como deseen, sin imponerles coberturas obligatorias como sucede en Afganistán bajo dominio talibán o en Irán y Arabia Saudita donde la cabellera debe permanecer obligatoriamente oculta, lo mismo que el resto del cuerpo, excepto la cara.
Cierta corriente de opinión local considera un tanto extraño que si Egipto es un país con un acendrado apego a la normatividad religiosa islámica, en varios hoteles se esté prohibiendo el burkini, cuando tal prohibición está atentando contra el derecho de las mujeres a cubrir su piel tanto como deseen. La opinión de Sanaa al-Saed, miembro del Consejo Nacional para las Mujeres, organización defensora de los derechos femeninos, es que la Constitución egipcia contempla la libertad de vestimenta, por lo que no se puede obligar a las mujeres a mostrar su cuerpo, si ellas deciden no hacerlo.
Para el Ministerio egipcio de Turismo, se presenta así el dilema de cómo proceder en cuanto a la reglamentación conveniente a imponer a los hoteles. Le preocupa que ceder en este tema podría ahuyentar a los turistas provenientes de los ricos países árabes del Golfo, que se espera lleguen por millones a Egipto este verano. Las mujeres de esa zona, apegadas a sus convicciones religiosas, bien podrían empeñarse en usar el burkini y no el traje de baño común.
Más allá de cómo se resuelva esta cuestión, es evidente que el cuerpo de las mujeres sigue siendo objeto de intensas polémicas, lo mismo que impulsor de luchas sociales. La larga tradición de dominio patriarcal, controlador de los cuerpos femeninos en tantos aspectos, continúa provocando situaciones y debates que serían inimaginables referidos a los varones. Síntoma claro de que aún falta mucho para que la igualdad de género sea una realidad.
Columnista: Esther ShabotImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 02024-11-11 04:42:57