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Como la vida misma


Link [2022-06-05 15:45:50]



¡NO ME QUIERAN COMO SOY! 

 Siempre había pensado que en el amor resulta imprescindible aceptar a las personas como son y que intentar cambiarlas es todo un despropósito. Quiéreme tal como soy dice la canción y, el propio maestro José Saramago nos exhortaba con aquella frase “He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro”. 

 No siempre estoy de acuerdo con don José. Releyendo a Platón, encontré algo que me gusta mucho más, decía “Elige como pareja a alguien mejor que tú, no necesitas que te quiera como eres, es preferible que te ayude a mejorar y a superarte cada día”. Según apuntaba, el amor verdadero es admiración. 

Si encuentras a alguien que no necesite cambios, o peor, que no los acepte, que no tenga capacidad de evolución, acabarás perdiéndole la admiración y con eso, el amor estará muerto. 

 He sido siempre un bendecido, mis amigos son mis maestros, de ellos aprendo cada día; los procuro por eso, porque enriquecen mi vida y me abren ventanas de pensamiento a las que no tendría acceso sin ellos. En mis relaciones de pareja, también he corrido con suerte, estuve muchos años casado con una mujer extraordinaria, más juiciosa y sensata que yo. Y, en la actualidad, se me pierden los huesitos por una señora maravillosa, con una bonhomía a prueba de desencantos, con la bondad en el alma y la inteligencia a flor de piel. Hablo precisamente de mi Unagi divina, con ella sostengo hoy las más profundas disertaciones, casi siempre desde la mesura, pero en momentos puntuales, podemos no coincidir en nada y llegar después a acuerdos que implican una modificación acentuada en cualquiera de los dos o, en ambos. Esa firme decisión de mantener viva la admiración es como la nobleza, obliga. No puedo darme el lujo de decepcionarla, sencillamente porque la amo con locura, a la vez que, necesito que me ame con igual intensidad. 

Facundo Cabral tiene entrevistas muy agudas y expresa con su habitual ironía que la más contagiosa de las enfermedades es el pendejismo. Es por ello vital mantenerse alejado de los pendejos, muchísimo más de aquellos que creen fielmente que no lo son. 

La vida te enseña a seleccionar a quienes te rodean, incluso a clasificarlos por temas y consultar con cada uno según su especialidad. Que hay egoísmo en esta postura, sin duda, pero un puntito de interés es también la sal de las relaciones, si alguien no te conviene, ¿qué carambas haces a su lado? Cuando quiero hablar de la familia o pedir un consejo o una opinión limpia y desinteresada de negocios o de dinero, el interlocutor ideal es Mario, si a eso sumamos que le bajan los whiskies como a mí, esas reuniones acaban siempre en la exaltación del amor y todo son besos y abrazos; tengo a Roberto para fines muy parecidos y muchas veces participamos los tres. A Abel cuando quiero reírme o contar una pena y escuchar una visión experta. Tengo a Miguel Ángel si quiero filosofar o hablar de cultura, a Juan para hablar de raíces y procedencias, a Víctor con su mirada ponderada y ortodoxa de lo correcto y lo incorrecto. A mi maestro y socio, don Ernesto, a la doctora Arjona cuando necesito un levantón anímico, a mis cuñadas-hermanas Maricarmen, Susana y Bea, para las más insondables “neteadas”. Tengo en Rita y en Miguel, en Rodrigo y en Violeta, unas miradas jóvenes llenas de sabiduría y que me perciben con tanto amor que lo devuelven a borbotones con sus sinceridades un tanto descarnadas y directas. Mike, que además es mi socio, es un hombre entero y poco dado a darme por mi lado, de ahí la hermosura de nuestras conversaciones. Con ellos, y con otros que me resulta imposible acotar aquí, este imperfecto aprendiz, va cambiando cada día, va tratando de superarse, y modestias aparte, pienso que lo voy logrando. 

Columnista: Miguel DováImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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